Los esenios sostenían que los seres humanos estamos entre el Cielo y la Tierra. Es del Cielo de donde venimos y la Tierra es donde estamos por un instante.
Desde esta perspectiva, para ellos existía, "por encima" de nuestro mundo invisible, un universo, entre otros, comparable a un inmenso granero de pensamientos.
Esta reserva colosal estaba compuesta de un gran número de comportamientos. En cada uno de ellos iban a alojarse todas las semillas de la misma variedad.
Por tanto, siguiendo este concepto, existe la masa energética de todos nuestros pensamientos de cólera reunida en un plano vibratorio específico, en otro, la de todos nuestros pensamientos de amor, en otro, la de todos nuestros pensamientos de odio, y así sucesivamente, hasta el agotamiento de la variedad de lo que el ser humano es capaz de emitir, lo bello y lo menos bello.
Cada uno de los comportamientos corresponde a lo que tradicionalmente llamamos un egregor o, de forma más moderna, un campo morfogenético. Es un receptor y al mismo tiempo un emisor, con el que el ser humano se pone en resonancia cuando mantiene en sí un determinado estado de pensamiento y de focalización de la conciencia.
Elige " sentir, pensar y actuar bello y bueno"
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